En el bosque de noticias diarias sobre el impacto del coronavirus, hay algunas que golpean especialmente porque disparan la imaginación más macabra. Como la que advertía del hallazgo de algunos cadáveres en residencias de tercera edad; o la utilización del Palacio de hielo de Madrid como morgue, por saturación de tanatorios y hospitales. ¿Cómo se mide eso?
Pues, por ejemplo, porque amigos en distintos países americanos, tan atentos a España siempre, pero ahora más para saber qué les espera, cada vez que salta una noticia así envían un nuevo mensaje de solidaridad. Es una crisis inimaginable hace solo un mes, salpicada con noticias insólitas e impactantes, que dibujan una imagen distinta del país y de nosotros mismos. Lo nunca visto por las generaciones actuales.
‘Entre las preocupaciones del Gobierno, además del frente sanitario, el principal, está el gran contingente de empleados que se quedan fuera del sistema de protección de salario’
Una catástrofe así sólo es posible vencerla con la colaboración de toda la buena gente. Y hay muestra diaria de ello. Taxistas que llevan a sanitarios gratuitamente; carteles en la escalera ofreciéndose estudiantes a entretener niños y a acompañar a ancianos; creadores que publican sus trabajos en abierto; gente en casa que elabora mascarillas con cualquier cosa; personas anónimas, no retratadas en prensa, que protagonizan millares de buenas obras cada día, por colaborar.
Entre las preocupaciones del Gobierno, además del frente sanitario, el principal, está el gran contingente de empleados que se quedan fuera del sistema de protección de salario. Los que se sabe y los que no constan. En trabajos de economía sumergida, no hay control. Preocupa mucho porque, en esos hogares, la frustración general puede dar paso a la desesperación. En la Italia del sur, de economía sumergida y estructuras mafiosas, el servicio secreto ha advertido de un “peligro de rebelión” al primer ministro, Conte, según filtra “Il Mattino”. Atentos.
¿Qué tiene España? “Sol, playas, alegría, seguridad y buena comida”, se decía antes. Ahora, quizás la respuesta altere el orden de descripción de los valores. Algo así: “Sanidad excelente, de las mejores del mundo; buena gente, por encima de todo; y sentimiento solidario”. Todo eso ya lo teníamos -o no seríamos el país con más trasplantes de órganos, en donación de sangre y voluntarios- pero no sabíamos valorarlo. Más autoestima. Merecida.